Si hablamos de un cambio de la sociedad hacia lo digital, este también se tendrá que reflejar en la cultura, y ¿qué más puede figurar como encarnación de la cultura que los museos? Los museos que desde hace siglos son el sitio donde se colecciona, conserva y exhibe la cultura, donde se transmite el conocimiento acumulado del pasado.[1] También estas entidades tendrán que enfrentarse con la nueva cultura digital, con la divulgación del conocimiento por un soporte diferente, con otro lenguaje y con otro grado de intervención, comunicación e interrelación. En lo que era la catedral de la cultura tendrán que tener paso fenómenos contemporáneos como la tecnología, que conectará los dos mundos, el pasado con el futuro, como también se tendrá que tener en cuenta algo tan profano como la educación, para verdaderamente poder conseguir la transmisión de conocimiento, que viene siendo el objetivo principal de un museo.
La educación tiene mucho que ver con el sistema de paidocracia en el que dominan los jóvenes o en todo caso el “valor joven”. Esta idea de un infantilismo progresivo, de que todo tiene que ser lúdico y divertido, sin necesidad de reflexionar y pensar, con el enfoque en ganar y ser el primero o el mejor en todo, para el ámbito de los museos se tiene que adaptar y combinar con lo que quiere conseguir la institución y así encontrar un punto intermedio. La visita a un museo no tiene que ser pura diversión, pero tampoco algo que esté reservado a los intelectuales, porque no se explica nada a quien no entienda.
El cambio, más bien la crisis de la cultura en nuestra sociedad de innovación se basará en que los museos se bajen de su escalón y se mezclen con la gente, que intenten estar abiertos para todos – independientemente de la edad, la clase social o sus condiciones físicas – y sobre todo llegar a ser entendidos por todos…. O sea: ¡socializarse y comunicarse¡[2]
El cambio, más bien la crisis de la cultura en nuestra sociedad de innovación se basará en que los museos se bajen de su escalón y se mezclen con la gente, que intenten estar abiertos para todos – independientemente de la edad, la clase social o sus condiciones físicas – y sobre todo llegar a ser entendidos por todos…. O sea: ¡socializarse y comunicarse¡[2]
Una entrada de la tecnología en el mundo museístico se notará por un lado en la manera de la transmisión del conocimiento, es decir en la integración de medios y soportes digitales dentro de las salas y exposiciones. Por otro lado – y más decisivo – es su influencia en la comunicación, tanto en el lenguaje como en su transformación en un proceso bidireccional, en aceptar un feedback y una opinión de los visitantes.
El concepto de crisis con su necesidad de desprenderse de lo viejo, tradicional y acostumbrado para dar el paso hacia algo nuevo, transformado, asumiendo el riesgo de no poder determinar el rumbo exacto, también es válido en el ámbito de los museos. También ellos tendrán que utilizar su imaginación para percibir el cambio y al mismo tiempo prepararse para recibirlo adecuadamente. Así contestarán al grito para una transformación, para el encuentro de una nueva forma de instalarse en un nuevo mundo.
O, para decirlo no tan drástico: “Es lógico suponer que el museo seguirá evolucionando, como la sociedad, ya que se trata de una creación humana y, como tal, está sujeta a cambios.”[3]
/// Por Martina Zimmermann
/// Por Martina Zimmermann
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